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lunes, 12 de marzo de 2007

Más detalles de la visita de George W. Bush a Uruguay

Tras casi un año de espera, los presidentes de Estados Unidos, George W. Bush, y Uruguay, y Tabaré Vázquez, pudieron disfrutar de un buen asado criollo y de su pasión común: la pesca.Todo comenzó hace diez meses, cuando se conocieron en la Casa Blanca y Bush, conocedor de la pasión común, le regaló a su homólogo uruguayo una caña y un chaleco de pescador con las dos banderas entrelazadas.

Tras ese regalo, Vázquez lo invitó a visitar Uruguay y en su subconsciente sabía que si su colega aceptaba, lo llevaría a pescar al río San Juan, que bordea la estancia presidencial de Anchorena, a 200 kilómetros de Montevideo y de 1370 hectáreas, donde se reunieron el sábado.

El encuentro de ambos mandatarios, iban sin corbata y con trajes grises, fue bastante distendido.
Mantuvieron una reunión de trabajo de una hora y media, en la que primero conversaron a solas y después junto al resto de miembros de sus respectivas delegaciones; y luego concedieron una rueda de prensa en una carpa al aire libre.

Los dos gobernantes hablaron con un bosque de fondo, ruido de truenos amenazantes de una tormenta que nunca se concretó y mosquitos, moscas y mariposas que volaban a sus anchas y molestaban a más de un periodista.

En la rueda de prensa, Bush definió al presidente uruguayo como "un texano" y explicó que en el estado de Texas, donde se crió, se suele convidar al rancho particular cuando se quiere agasajar a un invitado.

Minutos antes Vázquez le había regalado un equipo completo de gaucho: un poncho patrio, unas botas de potro de cuero de caballo y un cinturón ancho de cuero, además de un libro sobre las estancias de Uruguay y un cuadro del pintor decimonónico uruguayo Juan Manuel Blanes.

A su vez, el jefe de la Casa Blanca regaló a su colega uruguayo un set completo de material de parrillas, deseoso tal vez, tal y como expresó públicamente, "de probar la carne uruguaya de la que tanto me han hablado".

El deseo se cumplió y las dos delegaciones disfrutaron de una parrillada completa con queso provolone, ensalada de lechuga, tomate y cebolla, y vino tinto.

Además, consumieron dos corderos de la raza Poll Dorset de seis meses y, de postre, disfrutaron flan con dulce de leche y tarta de moras.

Tras unos minutos de sobremesa, ambos mandatarios se fueron solos a pasear por el campo y, finalmente, llegó el momento esperado: se subieron al barco que los condujo hacia el interior de las tranquilas aguas del río San Juan.

Ambos lanzaron las cañas al agua y las mantuvieron sumergidas durante media hora, aunque no trascendió si lograron pescar algún incauto pez.

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